sábado, 30 de abril de 2016




                                      UNA SENTADITA EN EL PARQUE DE LA FLORESTA




Diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, ¡salí! Retira las manos del rostro y los ojos se abren como queriendo abarcar todo, se le escapan algunas risitas y comienza a correr.

La niña se pasea por todo el lugar así como perfectamente lo pudo haber hecho hace ya 78 años cuando en esta zona habían fincas de recreo (construidas en tapias), tan características por tener cada una su solar y su antejardín que atraían la vista de quienes por aquí se paseaban.

Este, el parque del barrio La Floresta, que toma su nombre por una de las grandes fincas que aquí existieron, es uno de los trece barrios que pertenecen a la Comuna doce- La América de Medellín, y así mismo, uno de los primeros en habitarse, siendo inaugurado por  30 familias que se establecieron en las primeras casas, abarcando alrededor de dos manzanas.

Recorro con mis ojos las calles que convergen aquí, por lo general no son muy congestionadas, el lugar es tranquilo, alcanzo a contar unos treinta árboles que abrazan el parque en círculo, mujeres salen con sus bolsas del supermercado, hombres hablan en corrillo y fuman, parejas se besan y se hablan al oído, madres cargan bebes enrollados en una cobija, los niños están regados por todo el sitio, algunos en los inflables, otros en los deslizaderos, una niña llama a su padre para que le sirva de compañero en el mataculín. 

Ya son las cuatro y treinta de la tarde, cierro los ojos por un momento y escucho como el viento hace hablar a las hojas de los árboles por medio de la fricción, el aire atraviesa las fibras de mi ropa y siento el frescor de recompensa después de un día tan caluroso;  pienso entonces que  no se  ha perdido la esencia del pasado, que de cierta forma aquí le hacen honor al nombre: La Floresta, a propósito de que  ya son casi 28 años en los que creativas silletas decoradas con figuras bordeadas de flores y papel, son cargadas por pequeñas espaldas, en lo que se conoce como el desfile de sillete ritos que inicia desde este parque, y en el que participan niños de diferentes instituciones educativas de La América y otros barrios.

Sus pasos firmes en el cemento se hacen posibles gracias a la urbanización del barrio que se dio en las  décadas del 50 y 60, cuando los dueños de las parcelas le vendieron sus tierras a varias entidades como el Municipio de Medellín, el Instituto de Crédito Territorial-ICT- y la Cooperativa de Habitaciones.

Comienzo a subir un poco más la mirada, ya no me centro en el pavimento sino en  lo que éste sostiene, las construcciones, los  edificios que me rodean y que desde el 80 hasta nuestros días han cambiado el paisaje urbano del barrio, a pesar de que  aún sobrevivan algunas casas grandes.

 Entre todas estas edificaciones se destaca la iglesia La Inmaculada construida en 1959, toda ella blanca, de puertas grandes hechas en madera y vitrales; allí  justo ahora conversan dos señoras del lado izquierdo de uno de los miradores que están en la entrada (después de subir unas amplias escaleras).

Las mujeres hablan mirando hacia un puesto de empanadas, que es tan común en esta ciudad, encontrarlo a tope después de salir de misa; pero la iglesia está cerrada, no se escuchan campanas ni cantos, solo las risas de los niños, el sonido que hacen las hojas del periódico que está leyendo un señor sentado cerca mío, el gorjeo de las palomas que vuelan en todas las direcciones, hacia la fuente del parque, el cielo o hacia sus palomares, pequeños arrabales emplumados.


También se oye a intermitencias el galope de caballos que actualmente son utilizados como atracción infantil; apenas y puedo imaginarme cómo era este lugar de carreteras polvorientas  donde los caballos eran un medio de transporte debido a las grandes dificultades de movilidad por los caminos de trochas y de calles destapadas; vuelvo a la realidad,  tucutú, tucutú, tucutú el animal no se dirige a ninguna casa, no lleva a ningún campesino.


Quiero conocer más allá de lo que puedo ver ahora con mis ojos, así que me  levanto de la silla y me despido de ella con un parpadeo para dirigirme a la Biblioteca Publico Barrial la Floresta, que fue erigida donde estaba antes la “Escuela Jorge Ortiz Rodríguez”. Creyera una, por su apariencia moderna, que está recién construida, pero en realidad está próxima a cumplir 30 años, tres décadas en las que ha promovido la educación a través del préstamo de libros, revistas… así como la realización de actividades en sus diferentes espacios, sala de adultos, sala infantil, sala de prensa, sala de exposiciones, sala de informática, sala múltiple, aula Taller.


El silencio impera, aunque una que otra vez los niños interrumpen con sus risas y gritos, es increíble como este barrio, que era tan característico de ser habitado por personas de la tercera edad, ahora lleve en sus aires, murmullos y sonrisitas infantiles.

Consulté un documento realizado en aquel tiempo por la estudiante Claudia Giraldo Arredondo para la materia de Metodología de la Investigación II en 1994, con el fin de rescatar la memoria del barrio, el escrito fue titulado “Memoria del barrio La Floresta”, allí me encontré con una sección llamada tradición oral; los siguientes son relatos que fueron contados a Claudia por habitantes de  tercera edad del barrio,  la primera se titula:  
“El Zurrón”
“era un sonido que bajaba por toda la manga, a las doce de la noche, se sabía cuándo venía porque los perros empezaban a ladrar y no había quien los parara, era como así: ja   , ja  , ja, ja, repetido muchas veces y muy fuerte”
Trovas:
“El aguardiente antioqueño,
Nacido de verdes matas,
Al hombre de más valor,
Lo hace andar en cuatro patas”.
 Agüeros:
 “cuando sonaba la candela venía visita, cuando salía una araña de patas grandes, venía una visita de tacón alto, cuando cantaba la tórtola era señas de suerte, cuando aparecía alguna mariposa negra en la pared moría alguna persona”.
 Pregones:
“ *Pan de leche de Doña Pastora caliente
*mondongo, morcilla y arepa caliente, lo que siempre consume la gente
*llevo la cola blanda y el pan de queso caliente
*pan de queso caliente, no me compre, no me lo tiente”.
E inclusive  juegos con los que se divertían los niños de aquellas épocas:
*el arroyito con cumbiambas (meterse dentro de llantas viejas mientras un compañero los hacía rodar),  Golosa, a que te cojo ratón, trompo, pirinola, chucha, mamacita, las caucheras, saltar el lazo, jugar con la  pelota.

Termino de leer, cierro el documento y estiro un poco mis brazos, me doy cuenta que he conocido tantas cosas de este barrio pero apenas y me he movido unas cuantas cuadras, no he dejado el perímetro que abarca el parque de La Floresta y ya he viajado hasta cuando  esto ni siquiera era barrio, me pregunto cuántas historias más quedan, cuantas se estarán construyendo; pero esas respuestas no pueden ser resueltas ahora, ya son las seis y un minuto, acaban de sonar las campanas de la iglesia, las personas creyentes, como abejas a su panal, van llegando a congregarse, el aceite de las empanadas ya está caliente.  

He vuelto después de tres días, el parque está muy calmado, no hay niños más sí adultos, estoy parada en la acera del parque que da diagonal a la iglesia, llevo conmigo una cámara con el propósito de capturar algunas memorias del barrio, obturo una, dos, tres veces apuntando hacia la iglesia, cuando escucho que un hombre se dirige a mí, él me hace una broma sobre tener cuidado con tomarle fotos  porque me “puede dañar la cámara” y se ríe, a mí me parece un tanto gracioso.

Me volteo a identificarlo bien, el hombre no está solo, cerca de él hay otros dos, uno que está parado al lado de un carrito color blanco a medio pintar, en el que vende dulces y cigarrillos, y otro que está hablando por teléfono. Me acerco a ellos, pues precisamente buscaba a alguien con quien conversar sobre el barrio; contrario a lo que fuera a imaginar, quien terminó hablando conmigo no fue el que se había atrevido a hacer primero un comentario, sino el que estaba hablando con otra persona por teléfono.

-Yo me llamo León Rodríguez, soy realizador de vídeos,estudié Comunicación social en la Bolivariana,  tengo 56 años y desde los 6 vivo aquí, ahora vivo por la 81.
Comenta León con su voz fuerte mientras cierra su celular y lo guarda en el bolsillo. A León le gusta el fútbol y prefiere comer platos típicos “sacochito, frijolitos, mondonguito, una sopita y un seco al almuerzo…” le pregunté  que si es una persona tradicional, apropósito de asemejarlo con esta característica en el barrio, a  lo que él responde “eso es lo que ha sido uno toda la vida, la comida refleja los ancestros, las raíces, y el barrio, después de uno vivir prácticamente 50 años por aquí, se vuelve como parte del paisaje ¿no cierto? (risas fuertes)”

Me rio con él y aprovechando que ya hablábamos del barrio comienzo a preguntarle

¿Por qué le gusta venir al parque?

No es un gusto adquirido, sino que hace parte de mi entorno, ¿qué es un parque?, un lugar de encuentro, aquí siempre nos encontramos los vecinos, los amigos… uno por aquí en vez de irse a una esquina a hablar se viene al parque.

¿Viene muy seguido?

Vengo cada que puedo, uno ya viviendo 50 años acá, el parque se le vuelve parte de la vida, hay una cosa que a mí me pasa, cuando voy para el metro, me dirijo a la Estación Floresta, pero cuando vuelvo, me quedo en la Estación Santa lucía, entonces, subo y cuando estoy en el parque, puedo decir que ya estoy en mi casa (risas); el parque más que un gusto adquirido es como una extensión de la casa. Incluso aquí hace muchos años, en esta calle, jugábamos fútbol sábados,  domingos y días de fiesta, lo que pasa es que la gente va creciendo y va adquiriendo sus responsabilidades , se casan, una cosa y la otra, y ya las generaciones que vienen no siguen con eso, además porque en las casas antes éramos 4 o 5 hijos, no nos tocó las de 12 o 15, pero sí las de 3 y 4, y ahora las familias son de 1 o 2 muchachos, aquí jugar fútbol en la calle era religioso, sábados domingos y días de fiesta, ahhh sí, y en las noches de martes y  jueves todo esto se convertía en una cancha de fútbol.

Aquí había también un programa que se llamaba los Viernes de Bolero que estuvo por unos 11 o 12 años, todos nos reuníamos, y la verdad, yo no llegue a saber de una sola pelea, y eso que era un lugar donde había un alto consumo de licor, que es lo que muchas veces lleva a los conflictos.

En muchos barrios la gente sale a la esquina a encontrarse con los amigos, nosotros salimos al parque porque tenemos el privilegio de tenerlo.

¿Qué opina del barrio en general, es bueno, tiene fallas?

Ah no, no, no, para mí, el mejor barrio de Medellín es este, porque tiene dos condiciones, una que sigue teniendo vida de barrio, los vecinos se conocen unos con otros, y dos, por su situación socio económica, no hay muchas problemáticas, a excepción de la basura, que las traen al parque, y  el paso de la 82, que en mi opinión necesita un policía acostado, porque eso sí. esos buses pasan a toda, allí abajito si hay, pero arriba no, y por ejemplo pasan mucho las señoras de la iglesia y eso es que problema.

Pero yo si le digo, si a mí me regalan un apartamento en el Poblado lo primero que hago es vender el apartamento y volverme para la Floresta, este barrio tiene todo, el transporte que quiera, todo cerquita, por aquí no se ve un problema, esto es muy sano. Yo digo que si alguna autoridad en Medellín quisiera ver qué sería el ideal de vida, se podría venir a Floresta, sin chauvinismos de nada.

¿Cómo eran las casas?

¡Jumm! Este barrio era precioso, precioso, las casas (todavía quedan algunas), tenían todas su porchecito y antejardín, eran exactamente iguales, desafortunadamente la ciudad no tuvo cómo guardarlo como patrimonio histórico, que hubiera sido algo muy bueno,  creo que ya no hay un 10% de las casas originales.

¿Qué recomendación le haría usted a la comunidad?

Hombre que seamos más responsables frente a este parque por ejemplo, que es lo que uno más vive y mira, pero así como grandes cosas que haya que agregarle al barrio, no muchas… ese aspecto de responsabilidad tiene mucho que ver con la educación y  no solo me refiero al barrio, sino a la ciudad, hay que tomar más conciencia sobre el respeto a lo público.

Para finalizar, ¿por qué las personas deberían venir al barrio la Floresta?

Bueno, primero, que vengan los que se quieran manejar bien (risas), no están invitados todos, solo los que se quieran manejar bien (risas).
Pero la verdad, pienso que si alguien quiere ver cómo es una vida de barrio en la ciudad de Medellín, cómo es ese modelo, cómo se vive, aquí lo puede encontrar. 



Por: Carolina Aguirre
Twitter:@carulinniA 

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