UNA SENTADITA EN EL PARQUE DE LA FLORESTA
Diecisiete, dieciocho,
diecinueve, veinte, ¡salí! Retira las manos del rostro y los ojos se abren como
queriendo abarcar todo, se le escapan algunas risitas y comienza a correr.
La niña se pasea por todo el
lugar así como perfectamente lo pudo haber hecho hace ya 78 años cuando en esta
zona habían fincas de recreo (construidas en tapias), tan características por
tener cada una su solar y su antejardín que atraían la vista de quienes por
aquí se paseaban.
Este, el parque del barrio La Floresta,
que toma su nombre por una de las grandes fincas que aquí existieron, es uno de
los trece barrios que pertenecen a la Comuna doce- La América de Medellín, y
así mismo, uno de los primeros en habitarse, siendo inaugurado por 30 familias que se establecieron en las
primeras casas, abarcando alrededor de dos manzanas.
Recorro con mis ojos las calles
que convergen aquí, por lo general no son muy congestionadas, el lugar es
tranquilo, alcanzo a contar unos treinta árboles que abrazan el parque en círculo,
mujeres salen con sus bolsas del supermercado, hombres hablan en corrillo y
fuman, parejas se besan y se hablan al oído, madres cargan bebes enrollados en
una cobija, los niños están regados por todo el sitio, algunos en los
inflables, otros en los deslizaderos, una niña llama a su padre para que le
sirva de compañero en el mataculín.
Ya son las cuatro y treinta de la
tarde, cierro los ojos por un momento y escucho como el viento hace hablar a
las hojas de los árboles por medio de la fricción, el aire atraviesa las fibras de mi ropa y siento
el frescor de recompensa después de un día tan caluroso; pienso entonces que no se ha perdido la esencia del pasado, que de
cierta forma aquí le hacen honor al nombre: La Floresta, a propósito de
que ya son casi 28 años en los que creativas
silletas decoradas con figuras bordeadas de flores y papel, son cargadas por
pequeñas espaldas, en lo que se conoce como el desfile de sillete ritos que inicia
desde este parque, y en el que participan niños de diferentes instituciones
educativas de La América y otros barrios.
Sus pasos firmes en el cemento se
hacen posibles gracias a la urbanización del barrio que se dio en las décadas del 50 y 60, cuando los dueños de las
parcelas le vendieron sus tierras a varias entidades como el Municipio de Medellín,
el Instituto de Crédito Territorial-ICT- y la Cooperativa de Habitaciones.
Comienzo a subir un poco más la mirada,
ya no me centro en el pavimento sino en lo que éste sostiene, las construcciones, los edificios que me rodean y que desde el 80
hasta nuestros días han cambiado el paisaje urbano del barrio, a pesar de que aún sobrevivan algunas casas grandes.
Entre
todas estas edificaciones se destaca la iglesia La Inmaculada construida en
1959, toda ella blanca, de puertas grandes hechas en madera y vitrales;
allí justo ahora conversan dos señoras
del lado izquierdo de uno de los miradores que están en la entrada (después de
subir unas amplias escaleras).
Las mujeres hablan mirando hacia
un puesto de empanadas, que es tan común en esta ciudad, encontrarlo a tope
después de salir de misa; pero la iglesia está cerrada, no se escuchan campanas
ni cantos, solo las risas de los niños, el sonido que hacen las hojas del
periódico que está leyendo un señor sentado cerca mío, el gorjeo de las palomas
que vuelan en todas las direcciones, hacia la fuente del parque, el cielo o
hacia sus palomares, pequeños arrabales emplumados.
También se oye a intermitencias
el galope de caballos que actualmente son utilizados como atracción infantil; apenas
y puedo imaginarme cómo era este lugar de carreteras polvorientas donde los caballos eran un medio de
transporte debido a las grandes dificultades de movilidad por los caminos de
trochas y de calles destapadas; vuelvo a
la realidad, tucutú, tucutú, tucutú el
animal no se dirige a ninguna casa, no lleva a ningún campesino.
Quiero conocer más allá de lo que
puedo ver ahora con mis ojos, así que me levanto de la silla y me despido de ella con
un parpadeo para dirigirme a la Biblioteca Publico Barrial la Floresta, que fue
erigida donde estaba antes la “Escuela Jorge Ortiz Rodríguez”. Creyera
una, por su apariencia moderna, que está recién construida, pero en realidad
está próxima a cumplir 30 años, tres décadas en las que ha promovido la
educación a través del préstamo de libros, revistas… así como la realización de
actividades en sus diferentes espacios, sala de adultos, sala infantil, sala de prensa, sala de
exposiciones, sala de informática, sala múltiple, aula Taller.
El silencio
impera, aunque una que otra vez los niños interrumpen con sus risas y gritos,
es increíble como este barrio, que era tan característico de ser habitado por personas
de la tercera edad, ahora lleve en sus aires, murmullos y sonrisitas infantiles.
Consulté un
documento realizado en aquel tiempo por la estudiante Claudia Giraldo Arredondo
para la materia de Metodología de la Investigación II en 1994, con el fin de rescatar
la memoria del barrio, el escrito fue titulado “Memoria del barrio La Floresta”,
allí me encontré con una sección llamada tradición oral; los siguientes son
relatos que fueron contados a Claudia por habitantes de tercera edad del barrio, la primera se titula:
“El Zurrón”
“era un sonido que bajaba por toda la manga, a las doce de la
noche, se sabía cuándo venía porque los perros empezaban a ladrar y no había
quien los parara, era como así: ja ,
ja , ja, ja, repetido muchas veces y muy
fuerte”
Trovas:
“El aguardiente antioqueño,
Nacido de verdes matas,
Al hombre de más valor,
Lo hace andar en cuatro patas”.
Agüeros:
“cuando sonaba la
candela venía visita, cuando salía una araña de patas grandes, venía una visita
de tacón alto, cuando cantaba la tórtola era señas de suerte, cuando aparecía
alguna mariposa negra en la pared moría alguna persona”.
Pregones:
“ *Pan de leche de Doña Pastora caliente
*mondongo, morcilla y arepa caliente, lo que siempre consume
la gente
*llevo la cola blanda y el pan de queso caliente
*pan de queso caliente, no me compre, no me lo tiente”.
E inclusive
juegos con los que se divertían los
niños de aquellas épocas:
*el arroyito con cumbiambas (meterse dentro de llantas viejas
mientras un compañero los hacía rodar), Golosa,
a que te cojo ratón, trompo, pirinola, chucha, mamacita, las caucheras, saltar
el lazo, jugar con la pelota.
Termino de
leer, cierro el documento y estiro un poco mis brazos, me doy cuenta que he
conocido tantas cosas de este barrio pero apenas y me he movido unas cuantas
cuadras, no he dejado el perímetro que abarca el parque de La Floresta y ya he
viajado hasta cuando esto ni siquiera
era barrio, me pregunto cuántas historias más quedan, cuantas se estarán
construyendo; pero esas respuestas no pueden ser resueltas ahora, ya son
las seis y un minuto, acaban de sonar las campanas de la iglesia, las personas
creyentes, como abejas a su panal, van llegando a congregarse, el aceite de las
empanadas ya está caliente.
He vuelto después de tres días,
el parque está muy calmado, no hay niños más sí adultos, estoy parada en la
acera del parque que da diagonal a la iglesia, llevo conmigo una cámara con el
propósito de capturar algunas memorias del barrio, obturo una, dos, tres veces
apuntando hacia la iglesia, cuando escucho que un hombre se dirige a mí, él me
hace una broma sobre tener cuidado con tomarle fotos porque me “puede dañar la cámara” y se ríe, a
mí me parece un tanto gracioso.
Me volteo a identificarlo bien, el
hombre no está solo, cerca de él hay otros dos, uno que está parado al lado de
un carrito color blanco a medio pintar, en el que vende dulces y cigarrillos, y
otro que está hablando por teléfono. Me acerco a ellos, pues precisamente
buscaba a alguien con quien conversar sobre el barrio; contrario a lo que fuera
a imaginar, quien terminó hablando conmigo no fue el que se había atrevido a
hacer primero un comentario, sino el que estaba hablando con otra persona por
teléfono.
-Yo me llamo León Rodríguez, soy realizador
de vídeos,estudié Comunicación social en la Bolivariana, tengo 56 años y desde los 6 vivo aquí, ahora
vivo por la 81.
Comenta León con su voz fuerte
mientras cierra su celular y lo guarda en el bolsillo. A León le gusta el fútbol y prefiere comer platos típicos “sacochito, frijolitos, mondonguito, una
sopita y un seco al almuerzo…” le pregunté que si es una persona tradicional, apropósito
de asemejarlo con esta característica en el barrio, a lo que él responde “eso es lo que ha sido uno
toda la vida, la comida refleja los ancestros, las raíces, y el barrio, después
de uno vivir prácticamente 50 años por aquí, se vuelve como parte del paisaje ¿no
cierto? (risas fuertes)”
Me rio con él y aprovechando que
ya hablábamos del barrio comienzo a preguntarle
¿Por qué le gusta venir al parque?
No es un gusto adquirido, sino
que hace parte de mi entorno, ¿qué es un parque?, un lugar de encuentro, aquí
siempre nos encontramos los vecinos, los amigos… uno por aquí en vez de irse a
una esquina a hablar se viene al parque.
¿Viene muy seguido?
Vengo cada que puedo, uno ya
viviendo 50 años acá, el parque se le vuelve parte de la vida, hay una cosa que
a mí me pasa, cuando voy para el metro, me dirijo a la Estación Floresta, pero
cuando vuelvo, me quedo en la Estación Santa lucía, entonces, subo y cuando
estoy en el parque, puedo decir que ya estoy en mi casa (risas); el parque más que un gusto adquirido es
como una extensión de la casa. Incluso aquí hace muchos años, en esta
calle, jugábamos fútbol sábados,
domingos y días de fiesta, lo que pasa es que la gente va creciendo y va
adquiriendo sus responsabilidades , se casan, una cosa y la otra, y ya las
generaciones que vienen no siguen con eso, además porque en las casas antes éramos
4 o 5 hijos, no nos tocó las de 12 o 15, pero sí las de 3 y 4, y ahora las
familias son de 1 o 2 muchachos, aquí jugar fútbol en la calle era religioso,
sábados domingos y días de fiesta, ahhh sí, y en las noches de martes y jueves todo esto se convertía en una cancha
de fútbol.
Aquí había también un programa
que se llamaba los Viernes de Bolero que estuvo por unos 11 o 12 años, todos
nos reuníamos, y la verdad, yo no llegue a saber de una sola pelea, y eso que
era un lugar donde había un alto consumo de licor, que es lo que muchas veces
lleva a los conflictos.
En muchos barrios la gente sale a
la esquina a encontrarse con los amigos, nosotros salimos al parque porque
tenemos el privilegio de tenerlo.
¿Qué opina del barrio en general,
es bueno, tiene fallas?
Ah no, no, no, para mí, el mejor
barrio de Medellín es este, porque tiene dos condiciones, una que sigue
teniendo vida de barrio, los vecinos se conocen unos con otros, y dos, por su
situación socio económica, no hay muchas problemáticas, a excepción de la
basura, que las traen al parque, y el
paso de la 82, que en mi opinión necesita un policía acostado, porque eso sí.
esos buses pasan a toda, allí abajito si hay, pero arriba no, y por ejemplo
pasan mucho las señoras de la iglesia y eso es que problema.
Pero yo si le digo, si a mí me
regalan un apartamento en el Poblado lo primero que hago es vender el apartamento
y volverme para la Floresta, este barrio tiene todo, el transporte que quiera,
todo cerquita, por aquí no se ve un problema, esto es muy sano. Yo digo que si
alguna autoridad en Medellín quisiera ver qué sería el ideal de vida, se podría
venir a Floresta, sin chauvinismos de nada.
¿Cómo eran las casas?
¡Jumm! Este barrio era precioso, precioso,
las casas (todavía quedan algunas), tenían todas su porchecito y antejardín,
eran exactamente iguales, desafortunadamente la ciudad no tuvo cómo guardarlo como
patrimonio histórico, que hubiera sido algo muy bueno, creo que ya no hay un 10% de las casas
originales.
¿Qué recomendación le haría usted
a la comunidad?
Hombre que seamos más
responsables frente a este parque por ejemplo, que es lo que uno más vive y
mira, pero así como grandes cosas que haya que agregarle al barrio, no muchas…
ese aspecto de responsabilidad tiene mucho que ver con la educación y no solo me refiero al barrio, sino a la
ciudad, hay que tomar más conciencia sobre el respeto a lo público.
Para finalizar, ¿por qué las
personas deberían venir al barrio la Floresta?
Bueno, primero, que vengan los
que se quieran manejar bien (risas), no están invitados todos, solo los que se
quieran manejar bien (risas).
Pero la verdad, pienso que si
alguien quiere ver cómo es una vida de barrio en la ciudad de Medellín, cómo es
ese modelo, cómo se vive, aquí lo puede encontrar.
Por: Carolina Aguirre
Twitter:@carulinniA
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